Mariscos y salud: los riesgos ocultos de las elecciones no sostenibles
- Tami Radovicova

- 29 ago
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Los mariscos, que antes se recomendaban por su valor nutritivo, esconden una serie de riesgos que van más allá de la salud individual. En este artículo analizaremos los factores que revelan una realidad menos saludable de su consumo y subrayaremos la necesidad de buscar alternativas sostenibles, tanto para la protección de nuestros océanos como para las generaciones futuras.
El consumo de mariscos es un tema complejo, y en este artículo nos centraremos especialmente en aquellos que se pueden comprar habitualmente en los supermercados o pedir en los restaurantes, sin un análisis más profundo de la sostenibilidad de su origen. La pregunta básica —¿consumir o no consumir?— puede evaluarse desde dos ángulos principales. El primero es la pesca no sostenible y el futuro de nuestros océanos, y el segundo son los beneficios y riesgos para la salud asociados al consumo de mariscos. En este artículo nos centraremos en el segundo.
Aunque los mariscos se han percibido tradicionalmente como un “superalimento” nutritivo, también presentan riesgos que superan sus supuestos beneficios para la salud y que no pueden pasarse por alto. Especialmente desde la perspectiva de la protección del medio ambiente, es importante exponer las razones por las cuales los mariscos pueden no ser tan beneficiosos para nosotros ni para nuestro planeta como se pensaba antes.
Dado que nuestros océanos enfrentan la amenaza de la sobrepesca y la degradación ambiental, es esencial señalar los factores que pueden convertir a los mariscos en una elección potencialmente dañina. Replantearse nuestros hábitos alimenticios es una de las decisiones más importantes que podemos tomar, tanto por nuestra propia salud como por la sostenibilidad de los océanos.
4 factores que pueden hacer de los mariscos una elección potencialmente dañina para nuestra salud:
1. Contaminantes y sustancias tóxicas
Los mariscos pueden estar expuestos a contaminantes ambientales como los bifenilos policlorados (PCB), las dioxinas o los pesticidas. Estos contaminantes, procedentes principalmente de la actividad industrial y agrícola, pueden acumularse en los tejidos grasos de los peces y, en caso de un consumo excesivo y prolongado, representar un riesgo para la salud. Numerosos estudios han confirmado la presencia de estas sustancias en peces de consumo habitual. Un estudio publicado en la revista Journal of Exposure Science & Environmental Epidemiology encontró, por ejemplo, niveles elevados de PCB y pesticidas organoclorados en el salmón de criadero.
El consumo de mariscos contaminados con estas sustancias puede exponer a las personas a riesgos para la salud. Los PCB son conocidos por afectar negativamente al sistema inmunológico, reproductivo y nervioso. Las dioxinas, que forman parte de los contaminantes orgánicos persistentes, están asociadas al cáncer, a trastornos del desarrollo y a la alteración de la función del sistema inmunitario.
2. Contenido de mercurio
Algunas especies de peces, especialmente los grandes depredadores como los tiburones, los peces espada, la caballa real o ciertos tipos de atún, pueden contener altos niveles de mercurio. El mercurio es un neurotoxina que puede ser especialmente perjudicial para las mujeres embarazadas, las madres lactantes y los niños pequeños. En los fetos y en los niños pequeños puede afectar negativamente al desarrollo del sistema nervioso.
3. Enfermedades transmitidas por los alimentos
Al igual que cualquier alimento altamente perecedero, los mariscos pueden contaminarse con bacterias, virus o parásitos dañinos que provocan enfermedades de transmisión alimentaria. Por ello, la manipulación, el almacenamiento y la cocción adecuados de los mariscos son esenciales para reducir este riesgo. Sin embargo, incluso cumpliendo con todas las normas de higiene, la contaminación bacteriana y viral puede estar asociada a condiciones inadecuadas en la cría de peces.
La acuicultura, es decir, las granjas de peces, es una industria compleja que, si se gestiona mal, puede contribuir a la propagación de patógenos que amenazan tanto al medio acuático como a los consumidores humanos. En particular, en la cría de salmones se ha señalado repetidamente la existencia de prácticas problemáticas. La alta densidad en las jaulas marinas crea condiciones ideales para la propagación de enfermedades y parásitos entre los peces criados. Se han registrado, por ejemplo, casos de infestaciones masivas de piojos de mar, que pueden afectar negativamente tanto a poblaciones de salmones de cultivo como silvestres.
Este problema conlleva otras consecuencias: el uso excesivo de antibióticos y productos químicos para controlar enfermedades y parásitos puede contribuir a la aparición de resistencia a los antibióticos y afectar negativamente a los ecosistemas marinos cercanos. Además, alrededor de las granjas se acumulan desechos de pescado y alimento no consumido, lo que enriquece el agua con nutrientes y puede favorecer la proliferación de floraciones peligrosas de algas.
4. Microplásticos
Los microplásticos, es decir, diminutas partículas de plástico de menos de 5 milímetros, se han convertido en un problema creciente en el medio marino y también se encuentran en los mariscos. Proceden de diversas fuentes: la descomposición de residuos plásticos más grandes, las microesferas de los productos cosméticos o los procesos industriales. Cada día llegan a los océanos aproximadamente 8 millones de piezas de plástico, que pueden ser ingeridas por distintos organismos marinos. Cada uno de ellos tiene su lugar en la cadena alimentaria, por lo que al final pueden llegar también a nuestros platos.
Varios estudios ya han confirmado la presencia de microplásticos en mariscos de consumo habitual. Uno de ellos, publicado en 2017 por la Universidad de Gante, se centró en la presencia de microplásticos y de las sustancias potencialmente tóxicas asociadas en peces e invertebrados de consumo común. Los científicos examinaron diversas especies marinas —como bacalao, caballa y crustáceos— tomadas de mercados de mariscos. Los resultados revelaron una amplia presencia de microplásticos en el tracto digestivo de las especies analizadas.
El estudio también concluyó que los microplásticos pueden actuar como portadores de contaminantes orgánicos persistentes (COP) y metales. Además, advirtió del riesgo de que la ingestión de microplásticos por los organismos marinos pueda conducir a la transferencia de estas sustancias nocivas a los tejidos animales, con posibles consecuencias para los consumidores humanos.
¿Cómo llegan los microplásticos a los mariscos?
Ingestión por organismos marinos: Los pequeños organismos marinos pueden confundir los microplásticos con alimento e ingerirlos. Cuando estos organismos más pequeños son consumidos por otros más grandes, los microplásticos se acumulan y avanzan en la cadena alimentaria.
Filtración de alimento: Algunas especies marinas, como los mejillones o las ostras, son filtradoras. Obtienen nutrientes al filtrar partículas del agua, y junto con ellas pueden ingerir también microplásticos.
Contaminación del medio acuático: Los entornos acuáticos, incluidos océanos y ríos, pueden estar contaminados con microplásticos. Los peces y otros organismos marinos entran en contacto con ellos y posteriormente pueden ingerirlos.
A pesar de todos los problemas mencionados, existe un camino hacia un consumo sostenible de mariscos. La elección responsable y el interés por el origen de lo que comemos son una excelente manera en la que cada uno de nosotros puede ayudar a nuestros océanos. Si los mariscos se consumen de forma sostenible, no hay motivo para evitarlos por completo.
Si decides incluir mariscos en tu dieta, aquí tienes algunos consejos en los que fijarte. Nuestras elecciones deben reflejar un compromiso tanto con el cuidado de nuestra propia salud como con los océanos que nos alimentan, para dejar a las generaciones futuras un planeta más saludable. Las decisiones individuales pueden marcar la diferencia.
















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